La codicia no es tan mala como los románticos la quieren pintar, siempre y cuando no se lleve al extremo de los dolarianos. Una moraleja interestelar.
Relato ganador del concurso de relatos de la Semana Cultural EUETIB 2009.
Dólarus I
Dólarus I fue, durante su corta existencia, uno de los ejemplos a seguir en el universo en cuanto a producción de energía limpia. Otras civilizaciones, como los nemesianos o hercolubios, habían optado ya por intentar extraer energía de agujeros negros artificiales o de explosiones de supernovas, pero curiosamente nadie llegó a saber nunca cuales fueron sus resultados.
La novedosa y revolucionaria fuente de energía gratuita fue ideada por un afamado pero arruinado científico del planeta Dólarus I, el doctor Rand Keeling, que dedicó años de investigación a buscar la fuente de energía que realmente lo movía todo a su alrededor, intentando dar con algo lo suficientemente notable como para mejorar su condición económica. Se fijó en los ríos más grandes, las corrientes marinas más fuertes, el movimiento de los vientos a través de la atmósfera e incluso las masas de magma convectivas que fluían bajo la superficie. Pasó mucho tiempo comparando las observaciones con sus correspondientes eficiencias, pero nunca imaginó que llegaría a descubrir un recurso que no sólo era limpio e inagotable, sino que su reserva incluso aumentaba con el paso del tiempo: la codicia.
La novedosa y revolucionaria fuente de energía gratuita fue ideada por un afamado pero arruinado científico del planeta Dólarus I, el doctor Rand Keeling, que dedicó años de investigación a buscar la fuente de energía que realmente lo movía todo a su alrededor, intentando dar con algo lo suficientemente notable como para mejorar su condición económica. Se fijó en los ríos más grandes, las corrientes marinas más fuertes, el movimiento de los vientos a través de la atmósfera e incluso las masas de magma convectivas que fluían bajo la superficie. Pasó mucho tiempo comparando las observaciones con sus correspondientes eficiencias, pero nunca imaginó que llegaría a descubrir un recurso que no sólo era limpio e inagotable, sino que su reserva incluso aumentaba con el paso del tiempo: la codicia.