lunes, 17 de diciembre de 2012

Dólarus I


La codicia no es tan mala como los románticos la quieren pintar, siempre y cuando no se lleve al extremo de los dolarianos. Una moraleja interestelar.

Relato ganador del concurso de relatos de la Semana Cultural EUETIB 2009.

Dólarus I

Dólarus I fue, durante su corta existencia, uno de los ejemplos a seguir en el universo en cuanto a producción de energía limpia. Otras civilizaciones, como los nemesianos o hercolubios, habían optado ya por intentar extraer energía de agujeros negros artificiales o de explosiones de supernovas, pero curiosamente nadie llegó a saber nunca cuales fueron sus resultados.

La novedosa y revolucionaria fuente de energía gratuita fue ideada por un afamado pero arruinado científico del planeta Dólarus I, el doctor Rand Keeling, que dedicó años de investigación a buscar la fuente de energía que realmente lo movía todo a su alrededor, intentando dar con algo lo suficientemente notable como para mejorar su condición económica. Se fijó en los ríos más grandes, las corrientes marinas más fuertes, el movimiento de los vientos a través de la atmósfera e incluso las masas de magma convectivas que fluían bajo la superficie. Pasó mucho tiempo comparando las observaciones con sus correspondientes eficiencias, pero nunca imaginó que llegaría a descubrir un recurso que no sólo era limpio e inagotable, sino que su reserva incluso aumentaba con el paso del tiempo: la codicia.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Sujeto Nº4



No se me ocurre mejor manera para inaugurar el blog que con un relato sobre un tema que ha sido desvirtuado por la "navaja de Occam" durante más de medio siglo pero que, teniendo en cuenta tanto el tamaño como la antigüedad del universo, resulta más coherente que muchos otros conceptos que irrumpen en nuestros cerebros a diario.

La ilustración es de Javier Pérez, diplomado en Ingeniería de Diseño Insutrial. Sus trabajos pueden verse aquí.

Sujeto nº4

Se cumplían ochocientos mil años desde que la Tierra se convirtiera en un pedazo de roca inhabitable. Nuestra raza llevaba mucho tiempo vagando por el espacio, buscando un nuevo hogar. La mayoría de nosotros permanecía en hibernación todo el tiempo que le era posible, pero no es un estado en el que uno pueda sumirse para siempre. Moríamos lentamente mientras vidas milenarias se truncaban, muchas veces sin descendencia.

Pocos pudieron huir de la ruina devastada por la guerra que fue la Tierra. Lo que no mató directamente el conflicto, lo exterminaron los altos niveles de radiación. Se montaron grupos de supervivencia, la mayoría de ellos compuestos por científicos, militares, políticos y gente adinerada que había podido permitirse el lujo de construir sus propios búnkeres. Se aprovecharon los remanentes tecnológicos que quedaban, sin grandes empresas que proporcionaran material ni sofisticadas cadenas de producción, para construir rudimentarias arcas destinadas a salir al espacio en busca de nuevos mundos. A muchos les sorprendió que aquellos pedazos de chatarra aguantaran el despegue, pero con los años pudieron reformarlos con material extraído de asteroides.